Cuento narrado por Bhagavan Sri Sathya Sai Baba
Frutos de oro
Dios no calcula el costo del "todo" que ustedes entregan a sus pies: examina el espíritu con el cual es entregado. Shankaracharya estaba una vez parado delante de una casa con su cuenco de mendigo. La anciana que allí vivía quedó embelesada por la refulgencia de su cara que revelaba a un alma realizada... pero ella no tenía nada que poner en ese cuenco y se retorcía las manos de desesperación; se maldecía preguntándose por qué el distinguido mendicante había ido a su perta en vez de ir a las puertas de los más pudientes. Entonces recordó que le quedaba una sola fruta de mirobálano, la última de un puñado que había recogido en la selva hacía unos días, y que acostumbraba comer cuando tenía sed. La trajo y con lágrimas en sus arrugadas mejillas, la dejó caer en el cuenco de limosnas de Shankaracharya, quien se conmovió por aquel gesto; el Señor lo dispuso y una lluvia de mirobálanos de oro cayó en el patio delante de aquella casa. Ella quedó libre de necesidades sin que lo hubiera pedido. Esa es la manera como obra la gracia.
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